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Mujer sensible, cultivó las Bellas Artes, esencialmente
la Música y la Pintura. Desde joven tuvo predilección por el violín, y
posteriormente adquirió conocimientos de piano. Recibió clases de
violín y compartió sus conocimientos entre los suyos y el que quiso
aprender pero no contaba con recursos.
Con la música nunca tuvo otra pretensión que la de disfrutar
activamente del Arte, y por ello ni participó en conciertos ni lo
consideró como una oportunidad profesional más. La música le aportó
un remanso de tranquilidad después de una dura jornada de trabajo y
agotamiento psicológico.
Otra de sus aficiones fue el ajedrez. Son numerosas las ocasiones en
las que se podía ver a Dª. Francisca sentada delante de una mesa y
jugando al ajedrez. Para ella el ajedrez era una "gimnasia mental",
que potenciaba el intelecto. Por ello quiso fomentar su uso desde las
escuelas. Y, con el tiempo, los expertos le han terminado dando la
razón, aunque en la actualidad son todavía pocos los países que lo
incorporan como una actividad de clase (solo en países que destacan por
ser punteros en materia educativa).
Compatible
con el juego del ajedrez era también las conversaciones de sobremesa.
Eran muchas las visitas que llegaban a casa de Doña Paquita (como le
llamaban en confianza) para sentarse a la mesa y dialogar. Las charlas
se alargaban en el tiempo hasta que llegaba la noche, y a veces la
madrugada. A pesar de llegar muy cansada del trabajo, siempre había una
visita en casa y algún plato adicional en la mesa. Algunos venían a
buscar consuelo, otros a buscar soluciones o mediación, otros a contar
su vida y otros simplemente a compartir buenos momentos. El caso es que
raro era el día que ella llegaba del trabajo y no tenía alguna visita.
Así, entre amigos y conocidos, pasaban los momentos más relajados de la
jornada. Y juntos reían, charlaban o meditaban. De aquellas reuniones
siempre quedaba algo positivo, ya fueran sonrisas o planes de futuro.
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